
Vieron que yo siempre aclaro que el sexo violento no me gusta, bueno hoy les traigo una historia para que entiendan porqué sostengo esto. Como el otro protagonista no quiere que dé su nombre, lo voy a llamar Alex, y como no tengo foto de él, puse esta escena que bajé de una página y encuentro muy buena. Por último la historia en la realidad no fue tan así... Bien, Alex, trabaja como policía, lo conocí por medio de internet y desde un principio me aclaró que le gustaba un poco el masoquismo. Lo que él buscaba era un esclavo, ya que gozaba mucho sometiendo a otras personas. Siempre me dio un poco de miedo, pero cuando lo conocí vi que estaba muy bueno para despreciarlo y programamos el primer encuentro. Para encontrarnos arreglamos todo un “teatrito”, que según Alex era lo que más le calentaba. Yo iba a estar corriendo en parque sur de Santa Fe, como lo hago a veces, él entonces me interceptaría con su Ford Falcon verde pálido, me cargaría, me llevaría hasta un descampado y allí, atándome a la butaca del auto, me obligaría a practicarle sexo oral. La cosa salió muy bien, es más, me gustó. Lo único de violento eran las palabras que me dirigía mientras se la mamaba, pero eso tenía un costado morboso interesante que me excitaba mucho. Por un tiempo llegué a pensar que el jueguito de ser esclavo de Alex estaba bueno, la pasaba bien chupándosela, y creo que esto fue lo que me impulsó a decirle que sí cuando me propuso hacer algo más. Alex fantaseaba mucho con la idea de tener a su esclavo desnudo sobre el asfalto, así que me propuso ir a una ruta, media desolada, para tener sexo allí. Ese día cuando nos encontramos, él venía con su uniforme de cana puesto, incluso con su cachiporra prendida al cinturón. Viajamos aproximadamente 45 minutos hasta tomar la ruta que llevaba a un pueblito y que a esa hora de la madrugada estaba desierta. Entonces me hizo bajar del auto, me desnudó bruscamente y me obligó a caminar por la ruta en pelotas mientras él me alumbraba con la luz alta del coche. Al cabo de unos instantes se bajó con una soga y mientras me transaba me ató por las manos al para-golpes trasero. Después arrancó y me obligó a correr un trecho detrás del auto, lo primero que me molestó fue que en un momento tropecé y en lugar de detenerse siguió marchando, con lo cuál me hice unos buenos pelones en algunas partes del cuerpo. Apenas se detuvo y bajó del auto quise increparlo por no haberse detenido, pero él me empujó al piso, se bajó los pantalones, se sacó el calzoncillo, me mostró que estaba sucio y me lo metió en la boca para que no gritara. Después me ató contra el para-golpes de atrás dejándome de rodillas y de espaldas. Él también se agachó y comenzó a escupirme en el orto, al mismo tiempo que me metía dos de sus dedos bruscamente. Pensé que iba a pelar su pija para penetrarme, pero lo que peló fue su cachiporra, que me la arrimó al culo primero y después me la metió sin piedad y entre insultos y risotadas. Nunca sentí un dolor tan fuerte, aquello era completamente humillante. Cuando el orto se me abrió un poco comenzó a meterla y sacarla constantemente, eso creó una especie de vacío que en una de las salidas de la cachiporra bombeó una buena cagada de mis intestinos. Al ver que salieron tres o cuatro soretes y quedaron tirados delante de mí sobre el asfalto, me dio con su cachiporra un terrible golpe en las costillas. “Te cagaste, puto asqueroso, te vas a comer esa mierda” – me decía. Y fue así que me aflojó un poco la soga con que me tenía atado y me revolcó entre patadas sobre mi mierda que se fue untando por mi cuerpo. Cuando acabó me puso de frente y temí lo peor, pensaba que me iba a matar. Me gritó: “Tu cara me da lástima marica cagona”, y sacando su pija comenzó a orinarme sobre la cara y el cuerpo. Su chorro era muy fuerte y estaba tibia. Había quedado hecho literalmente un asco, untado de mierda, completamente miado, con el culo destruido y ardiendo como nunca, con pelones que sangraban en el cuerpo y muerto de miedo por lo que podría pasar. Alex por el contrario se veía exultante. No contento con todo eso, tomó mi ropa, un bidón de nafta y le prendió fuego delante de mí. Cuando ardía bien, arrojó también mis zapatillas. La verdad la bronca que sentí no llegaba a superar mi miedo. Cuando se extinguió el fuego pensé que todo había terminado, esperaba que se baya y me deje solo, no me importaba que me abandone en medio de la ruta. Quería solamente que se baya. No fue así, tomando una afeitadora portátil me peló la cabeza y atándome la otra punta de la soga en los pies, me encerró en el baúl. Entonces puso cumbia fuerte y arrancó el auto, viajamos más o menos el mismo tiempo que nos llevó llegar allí. Cuando se detuvo el auto, abrió el baúl y noté que estábamos en el acceso norte de santa fe, en un barrio marginal bastante peligroso. Sorpresivamente, me desató y me dijo: “Ponete esto – mientras me acercaba un vestidito corto – a ver si te hacés unos pesos con los muchachos de acá”. Muerto de miedo accedí a ponerme el vestido, que no tapaba nada, unos zapatos altos y una peluca rubia. Enseguida él me pintó los labios de rojo fuerte y de un empujón me obligó a caminar. Apenas me alejé un poco, subió al auto, arrancó y se fue dejándome solo en medio de la villa miseria. Yo corrí entonces entre unos matorrales, lo que menos necesitaba era que un negro me cogiera con el culo roto como lo tenía, me saqué la peluca y los zapatos y comencé a correr, sin tener muy en claro donde estaba. Cuando doblo en una de las esquinas, me estaba esperando, al verme se bajó del auto y me gritó: “Sos patética puta barata, mirá como andás. Vení para acá que te voy a enseñar”. Yo no caminé, entonces vino a buscarme, me agarró del brazo y me metió en la parte de atrás. Ahí agarró la cachiporra, yo pensé lo peor, entonces me dio un golpe en la cabeza y desde allí no recordé nada más. Al otro día desperté tirado contra un banco de Plaza España, todavía no había amanecido. Tenía un fuerte dolor en la cabeza, me ardía todo el cuerpo, mi culo estaba completamente florecido, saltado para afuera, en mi cara tenía por lo menos 3 acabadas y en la espalda y el pecho me habían escrito con tinta negra: “cachiporreado”. Como pude me fui a pié hasta mi casa, uno que otro auto me tocaba bocina y me gritaba de todo cuando me veían pasar travestido caminando rápido contra la pared. Una vez en mi casa me metí bajo la ducha para sacarme la mierda y la leche que tenía en el cuerpo, desinfecté mis heridas y me encremé el culo para que dejara de arder y se acomodase un poco. Con el tiempo me fui curando, pero de Alex nunca más quise saber nada. Por suerte no lo volví a encontrar, desde entonces sé que el sexo violento no es para mí. (Esta historia es verdad hasta el viaje a la ruta, allí el tipo que llamé Alex efectivamente me bajó y me hizo caminar primero en bolas y después vestido de mina. La verdad no me provocó en lo más mínimo, así que desde ese día no lo volví a ver.) aresmonito@hotmail.com
1 comentario:
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