

La historia que tengo para contarles es bastante corta. Ocurre que hace un tiempo tenía la costumbre de ir a desayunar a un bar del centro.
Allí todas las mañanas me atendía el mismo pibe. Era morocho, de contextura mediana, de pelo corto y más bien retraído. Inicialmente no me generaba nada, no me parecía muy atractivo. Era solo un pibito más sin nada especial.
Todo cambió en un día de calorcito y lluvia, cuando en lugar de su ropa habitual tenía puestos unos jeans y un par de zapatillas puma de cuero color negro que usaba ligeramente atadas. Incluso estaban un poco gastadas a los costados.
Como suele ocurrir, su imagen informal me llenó de osadía y excitación. Inmediatamente me lo imaginé desnudo, solamente calzado con sus pumas de cuero negra.
Cuando se acercó a tomar mi orden, pedí como siempre un café con leche. Casi automáticamente me respondió que estaban sin leche esa mañana y fue allí cuando no sé de donde me salió el puto arrastrado que lo encaró descaradamente. Mi respuesta fue: “hacete una paja adentro del café y dame el gusto”.
El pibe no reaccionó, simplemente se fue y al rato estuvo de vuelta con mi café pero sin leche. Desde entonces no le saqué la mirada de encima, a él y por supuesto a sus zapatillas.
Al momento de cobrarme la cuenta aproveché para tirarle otro anzuelo: “me dejaste con las ganas de tomar tu leche, a ver si hoy a la noche me las sacás”, le dije. Él solo sonrió y mientras se daba vuelta me respondió bajito: “termino el turno a las 5 de la tarde”
A las 5 estuve allí obviamente. Cuando el pibe me vio, vino caminando hasta mí y me dijo: “no soy puto, pero tengo ganas de un pete”. Sin perder tiempo lo llevé a un telo y una vez allí me dediqué a mamarle la pija con toda la experiencia de putarraco regalado que tengo.
En ningún momento dejó de alentarme para que chupara con entusiasmo y cuando estaba por acabar se dedicó a salpicarme con semen por todo el cuerpo.
Cuando vio que yo estaba con mi pene bien duro, comenzó primero a darme caricias por el pene, después a lamerlo y por último a chuparlo bien a lo puto. Cuando terminó, me explicó que si bien amaba a las minas y tenía novia desde hacía tres años, le gustaba comerse algún tipo de vez en cuando. Es más me comentó que el vago que atendía la caja en el bar donde trabajaba, en más de una oportunidad le había pedido recompensas sexuales a cambio de compensar errores que él había cometido en los vueltos a los clientes. Incluso había experimentado como pasivo un par de veces.
Yo también le conté parte de mi historia y sobre todo mi fetichismo por las zapatillas de hombres y si bien le dio un poco de risa, me dejó juguetear un poco con sus zapas, aunque no masturbarme en su interior. Debo confesar que transar sus zapas me puso completamente al palo, a pesar que él no lo comprendió en lo más mínimo y todo el tiempo lo creyó una completa locura.
Desde aquel día no pasó nada por un tiempo. Volvió al ruedo más o menos a los quince días. En esta oportunidad me apretó dentro del baño.
Estando yo orinando se acercó por detrás de mí y me metió una libidinosa mano por el culo mientras me decía al oído que deseaba que me fume su pija. Al mismo tiempo vi que entraba al baño el flaco que trabaja en la caja del negocio y al mismo tiempo que se desabrochaba el pantalón, trababa la puerta del baño.
Casi de manera inercial me puse de rodillas y abrí mi boca para que los dos metieran sus pijas en ella. Entre burlas hacia mí y caricias y besos entre ellos comenzaron a cogerme la boca. Particularmente yo disfrutaba de la situación, aun que esta vez ninguno de mis amantes usaban zapatillas que saquen lo más puto que hay en mí.
Estábamos en lo mejor cuando el dueño del local abrió la puerta de un empujón y comenzó a gritarle de todo a los empleados que estaban en pleno goce sexual. Ellos se levantaron los pantalones y salieron amenazados con ser echados ese mismo día. Respecto a mí, entre insultos el dueño me pidió que me fuera y no regrese nunca más.
Sin decir nada, me fui. Como siempre no conviene armar lío. Por supuesto nunca más volví por aquel bar, ni tampoco volví a ver al mozo putete con sus hermosas zapatillas.
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